domingo, 29 de diciembre de 2013

El Futuro del Nasciturus


Me llamo German Núñez y fui diagnosticado de distrofia muscular a los tres años. En teoría tenía una esperanza de vida de 15 años, pero gracias a la sanidad pública tengo 39. Junto con el síndrome de Down la distrofia es una de las enfermedades con más claro diagnóstico genético, entrando de lleno en el supuesto “de enfermedad congénita grave e incurable en el momento del diagnóstico” Por tanto era un candidato de primera línea a recibir el llamado “aborto eugenésico”  que el ministro Gallardón trata de impedir con su nueva ley. Los niños con síndrome de Down son usados habitualmente en las campañas pro-vida y una de las principales razones esgrimidas para cambiar la ley es evitar la muerte de discapacitados no nacidos. Nunca he participado en tales campañas, sin embargo se habla en mí nombre y se sale en mi defensa poniendo palabras en mi virtual boca, como si todavía fuera un feto, por tanto quiera o no el tema me atañe, así que creo que ha llegado el momento de expresar mi opinión.

Tanto los afectados por el síndrome de Down como las asociaciones de discapacitados en general están lógicamente preocupadas por el llamado “aborto eugenésico”, así como por las demás formas de eugenesia conocidas. El régimen nazi es el ejemplo más usado, pero también conocemos la política del hijo único en china, o las esterilizaciones sistemáticas de deficientes mentales, población de determinadas etnias y mujeres consideradas antisociales (alcohólicas, prostitutas, neuróticas y promiscuas) en países como la socialdemócrata Suecia, el liberal EEUU o el Perú de Fujimori, este último en fechas tan recientes como los 90 del pasado siglo. Sin olvidar los asesinatos de niñas recién nacidas en países patriarcales, o el secuestro de niños entregados a “buenas familias” por criterios ideológicos. Todos estamos de acuerdo en que tales actuaciones van en contra de los derechos humanos y son crímenes contra la humanidad. Un Estado no puede decidir sobre la vida de las personas sin contar con su voluntad. Por eso mismo yo estoy de acuerdo con el derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad, y por ende, sobre su propio cuerpo. De hecho se me hace bastante difícil comprender qué diablos tiene que ver la eugenesia con la limitación de los derechos individuales de las mujeres, cuando todos los programas de eugenesia que conozco se realizaron vulnerando precisamente esos mismos derechos.

Cuando en 1978 mi madre recibió la noticia de mi diagnostico estaba embarazada de mi hermano. La doctora le explicó que existía hasta un 25% de probabilidades de que naciera con distrofia, pues la anomalía causante de la enfermedad está situada en el cromosoma X, y le ofreció la posibilidad ir a abortar en Londres, como había hecho una familia gitana poco antes. Cabe recordar que esto sucedía durante la primavera anterior del referendo de la constitución que reconocía los derechos de la mujer en diciembre de ese año, y mucho antes de la primera Ley del Aborto de la democracia, aprobada, como sabemos, en 1985. Mi madre, creyente, no aceptó la carta que se le ofrecía, y aquel mismo día acudió a una iglesia a rezar para que mi hermano naciera bien. Por suerte así fue. Si hubiera ido a Londres habría abortado un feto sano.


Esta pequeña historia no va a favor de unos u otros, es simplemente real. Utilizada de la manera adecuada podría ser usada tranquilamente en una hoja parroquial o por las asociaciones pro-vida, apelando incluso a intercesión divina. Sin embargo mi madre no abortó porque existiera o dejara de existir una legislación. En plena transición todo estaba en el aire. No aborto porque cuando tuvo la posibilidad ella misma decidió no hacerlo. Fue su decisión, tomada en conciencia y sin coacción alguna, ni siquiera esperó a volver a casa y contárselo a mi padre, fue a rezar sola al salir de la consulta. Ningún Estado decidió por ella, y por esa decisión mi hermano está en el mundo.


Creo que su experiencia define bien el tema. ¿Puede el Estado decidir sobre la maternidad de una mujer o sobre lo que haga con su propio cuerpo? Un Estado totalitario como el nazi o el soviético posiblemente la habría obligado a abortar para evitar la existencia de un enfermo crónico incapaz de trabajar que supusiese una carga para la sanidad pública o el sistema de pensiones. Otros Estados con políticas más “suaves” quizá la habría esterilizado de saber que era portadora de una tara genética. Pero también un Estado totalitario podría haberla obligado a continuar su embarazo si en un universo paralelo se hubiera dado la situación contraria, o sea, si hubiera decidido abortar estando embarazada de un miembro sano de la “raza superior”. De hecho el régimen nazi lo hizo con su programa “Lebensborn” o “fuente de vida” destinado purificar la raza aria para llevar al pueblo alemán al siguiente paso en la escala evolutiva (sic), durante el cual mujeres “arias de pura cepa” eran tratadas como ganado de cría, mantenido relaciones con sementales de la SS hasta quedar preñadas, dejando luego sus hijos a cargo del Estado. Se habla mucho de cómo la ley de plazos supone aborto a la carta, pero nadie piensa que eugenesia también es justo lo contrario. Un Estado no tiene derecho ni para negar ni para a forzar un embarazo en el nombre de un supuesto bien superior, sea la raza aria o algo tan ambiguo como “la vida”. Eso es un derecho individual de la mujer y madre, e inalienable porque se trata de su propio cuerpo. Se puede discutir que ni la carta de naciones unidas ni la constitución Española hablan explícitamente de ese derecho, pero si hablan del derecho a la propia salud y bienestar. Difícilmente se puede decidir sobre la propia salud si no se puede decidir sobre el propio cuerpo. 


Sin embargo mi madre podría haber decidido abortar, y mi hermano no existiría, e incluso yo mismo podría no estar escribiendo estas líneas. Alguna vez me han preguntado que vela se me ha perdido en este entierro, primero soy hombre, no me embarazo, y segundo, podría haber sido una “víctima” del aborto. Una buena madre puede no querer que su futuro hijo gravemente discapacitado tenga una vida de sufrimiento sometida a la certeza de una muerte prematura, y decida negársela antes de que pueda saber lo que se pierde. ¿Una madre que hace pasar a un niño por una infancia de agonía solo por ser fiel a sus elevadas creencias tiene más legitimidad moral que esa otra madre? Yo tengo buena salud, pero habrá quien piense que solo vivir en mi estado ya es una tragedia, por ejemplo esas vecinas que se persignan al verme cuando salen de misa. Esa misma buena madre puede decidir que vivir con síndrome de Down o distrofia no vale la pena. Sería como decirme que mi vida no merece ser vivida. Aun así sigo creyendo que es su decisión. Como discapacitado que depende para todo de los demás -incluyendo la capacidad de respirar, que mantengo gracias a aparatos servidos por la sanidad pública-, es una necesidad vital que se me reconozca el derecho a decidir sobre mi propio cuerpo, pues se me podría arrebatar de forma extraordinariamente sencilla, empleando un solo dedo. Ya no hablemos de poder del Estado, instituciones o empresas, como las que me suministran los aparatos o las eléctricas, que me sirven la energía que los hace funcionar. Si un día me cortasen la luz estarían cometiendo un homicidio real. Cualquier Estado totalitario podría decidir de pronto que ya no merezco vivir en mis condiciones, o que soy un gasto inasumible para el Estado del bienestar, o que ya no soy lo bastante rentable para la sanidad privada. También se me pueden imponer tratamientos contra mi voluntad -de hecho experimentaron conmigo medicamentos, técnicas quirúrgicas y aparatos ortopédicos siendo menor de edad, con el consentimiento de mis padres, pero lo hicieron-, o aplicarme la eutanasia cuando sea demasiado viejo y los jóvenes del futuro, incluso de mi propia familia, decidan que soy una carga que vive a costa de sus precarios sueldos. Es una pequeña lista de las cosas que me pueden suceder si quienes deben atenderme dejan de reconocer mi derecho a decidir sobre mi cuerpo, y con la excusa de mi dependencia empiezan a creerse dueños de mi persona.



Arrebatar los derechos individuales en nombre de un bien superior, sea el Estado, el pueblo, la ideología, la religión o la banca, ha traído como consecuencia los crímenes más atroces contra la humanidad que ha conocido la historia. En este escrito he puesto suficiente ejemplos de ello. Los grupos pro-vida creen que imponiendo su voluntad están haciendo el bien, pero dicen que el infierno está pavimentando de buenas intenciones.

Por naturaleza el no nacido no tiene ni voz ni voto, otros son los que hablan en su nombre. La primera persona capacitada para ello es su madre, pues se está desarrollando dentro de ella y depende totalmente de su cuerpo. No existiría sin él. Aún está lejos la creación del útero artificial, y mientras no exista tal artilugio de ciencia ficción la cosa es así. Lo lógico es que un Estado que dice defender al no nacido lo haga a través de su madre, pues por naturaleza es imposible de otro modo. Esta misma ley se subtitula “y de derechos de la mujer embarazada” Sin embargo eso se queda en un eufemismo cuando el mismo nombre de la ley implica otra cosa. Al quitarle a una mujer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo al quedar embarazada y darle derechos a un abstracto “ser concebido” en realidad lo que se está haciendo es otorgarle al Estado el poder de decidir sobre la maternidad. La decisión ya no es de la mujer, sino del comité de médicos designado para proteger al no nacido y que habla en su nombre.

 La primera pregunta que viene a la cabeza es “¿Con que dinero?” Porque si se decía que la ley de Zapatero dejaba a la mujer desinformada y en situación de indefensión por falta de presupuesto, esta que exige todavía más burocracia ¿cómo se piensa llevar a la práctica? No es descabellado pensar que la elaboración de los folletos se externalice a alguna empresa del OPUS. ¿Esa información será más completa y objetiva que la suministrada por una “clínica abortista”? La segunda pregunta es más compleja. ¿Si el Estado es el encargado de proteger al no nacido e imponer embarazos sorteando la voluntad de la madre que sucederá si en un futuro los intereses del Estado cambian? Viendo la triste historia de la eugenesia durante el siglo XX la perspectiva no es muy halagüeña. ¿Si a una mujer le pueden quitar ese derecho, que les impide quitárselo a un discapacitado solo por depender de otros? No es algo nuevo, en Suecia los afectados con síndrome de Down o internados en psiquiátricos eran esterilizados muchas veces con el consentimiento de sus amantes padres. Larga está siendo la lucha para que se reconozca el derecho de los discapacitados a tener una vida sexual plena y a la maternidad, y aún está lejos de ser ganada… La conclusión es lógica: “Vi que se llevaron a los judíos y no hice nada, hoy se me llevan a mí y ya es demasiado tarde” o “Cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar” En esto discapacitados y mujeres estamos en el mismo barco.

Vivimos una crisis sin retorno, ya se habla de cómo la baja natalidad pone en riesgo las pensiones futuras, o como es preferible mantener las pensiones contributivas a costa de las no contributivas, que no aportan al erario público, como son las de dependencia o subvenciones a la mujer. Argumentos parecidos se leían en los años 30, y no sabemos que decisiones se puede ver forzado a tomar el Estado de aquí a veinte años. Si ya no es la madre sino una institución quien decide, ¿qué impide la privatización de ese servicio y que sea una empresa especializada quien lo haga? ¿Dejaríamos la tutela de nuestros embriones a una transnacional biotecnológica? Puede parecer ciencia ficción, pero si ya damos el paso de despreciar la naturaleza y enajenar de las mujeres el control de sus propios vientres, cualquier cosa puede pasar.


Por experiencia tengo claro que la primera defensa del dichoso nasciturus frente al mundo cruel es su propia madre. Negar eso es ir en contra de la naturaleza y abrir la puerta a ese futuro apocalíptico que los pro-vida tanto temen. Ahora están exultantes, asegurando que esto solo es el principio y prometiéndose ese futuro utópico donde el aborto será un terror del pasado como los sacrificios humanos o el combate de gladiadores. Pero quizá lo que inadvertidamente estén haciendo sea abrir el primer candado del infierno. Las privatizaciones parecen ser la solución a la crisis. Google, Facebook y otras empresas globales se están apropiando de nuestras vidas. Farmacéuticas y biotecnológicas se frotan las manos ante el inmenso mercado de terapias génicas que se vislumbra en el horizonte. Chips de análisis, cámaras en las gafas, sensores en la ropa, marketing neurológico, minería de datos, la manipulación de la intimidad, de nuestros deseos y de nuestra felicidad es el nuevo oro negro. Las grandes petroleras tienen plataformas y refinerías para mejorar la calidad de la materia prima y aumentar la rentabilidad del producto antes de su salida al mercado... ¿Realmente pensamos que es el mejor momento para empezar a cuestionar derechos humanos tan básicos como la propiedad sobre nosotros mismos?




martes, 19 de noviembre de 2013

De enanos, ingenieros y directores de cine


De enanos y directores de cine

Muchos años antes de que Peter Dinklage ganara un globo de oro por su papel de Tyrion Lannister los actores enanos de Holywood tenían otro héroe, nada menos que el señor George Lucas.

Desde siempre el mundo del espectáculo ha sido un medio de vida para los enanos. Ridiculizados durante siglos y siendo la vergüenza de sus padres solo por su baja estatura el circo y el teatro eran una de sus pocas salidas, dar el salto al cine fue un paso natural. Siendo seres pequeños que no llegan a las alturas dominadas por los normales, verse de tamaño gigantesco en una pantalla debió causarles honda impresión. La comunidad de actores enanos de Hollywood pronto fue numerosa, pero como era inevitable, estaban  encasillados en papeles cómicos o de carácter en películas de terror. Contadas veces se han visto en papeles dramáticos o como protagonistas, el destino de cualquier actor con un físico que se salga de la norma.

Antes de Tyrion los enanos de Holywood tuvieron tres momentos estelares en la historia del cine. El primero en la película “Freaks” de Tod Browning, de 1932. Donde no solo tenían papeles dramáticos sino también protagonistas. La película genero gran polémica en su día, pues además de por auténticos enanos estaba interpretado por actores con las discapacidades (entonces taras) reales que representaban sin trampa ni cartón. El enano era enano, el tipo sin piernas ni brazos no tenía piernas ni brazos, etc. (con detalle aquí) Cuentan las crónicas que tuvo que rodarse casi en secreto para evitar las acusaciones de aprovecharse del morbo al usar pobres enfermos con fines comerciales, enfrentándose tanto a la censura (fue de las primeras películas que insinuaba una relación sexual entre un tarado y una normal, horror de horrores) como al naciente estado social en su versión yanqui (New Deal) Después de siglos riéndose de ellos en circos llegaba el momento en que eso ya no podía ser permitido. Debían ser atendidos, curados y normalizados, pues la ciencia estaba para hacer la sociedad feliz, como Punset suele recordarnos. Entonces, los años 30, el método de moda era la eugenesia, supongo que mejor que usarlos con sucios fines comerciales era esterilizarlos por el bien de la sociedad o para que sus genes defectuosos no causaran gastos al Estado en el futuro. Pienso que quizá lo que incomodaba de la película era ver como la “gente que no merece vivir así” ejecutaban su venganza final sin piedad y con navajas, adelantándose muchas décadas a “Acción Mutante

El segundo momento, mucho más amable, fue “El Mago de Oz”, donde aparecía un pueblo entero compuesto por enanos en tecnicolor. A ojos de hoy para muchos resulta una peli vetusta y moñas, pero el impacto en su generación de críos fue comparable al de Star Wars. Después de aquello paso mucho tiempo hasta que los enanos de Holywood tuvieron su siguiente momento estelar, y tanto, pues fue este:



Sin embargo el personaje de R2 siempre dio problemas. En el guion podía quedar muy bien, pero como ponerlo en escena con la tecnología de los años 70 era harina de otro costal. Las cámaras eran enormes, la maquina computarizada que usaron para rotarlas alrededor de las maquetas de naves era como una mesa, y por entonces los efectos por ordenador eran líneas y puntos en laboratorios de ingeniería (de hecho se ven en la película, los planos de la Estrella de la Muerte y el sistema de puntería del caza de Darth Vader eran lo máximo en FX digitales de la época). La dificultad número uno era la aparentemente más simple: como mover el dichoso robotito. Hacer maniobrar a R2-D2 se convirtió en un dolor de cabeza para el equipo de producción: cómo hacerlo girar esquinas sin arrancarle piezas, como frenarlo para que no se chocase por las paredes, ¡cómo hacer que subiera escaleras! De ahí viene la leyenda negra, fomentada por los damnificados, de que Lucas estaba más preocupado de sus maquinitas que de los actores. ¿Pero, qué se podía esperar? Estaba haciendo una película de nostalgia sobre los seriales del espacio que veía de pequeño, el gancho de venta era que llevaba la puesta en escena a otro nivel. No podía quedarse en monigotes, naves tiradas con cordeles y motores hechos con bengalas. Aparte que renovar técnicas que llevaban usándose desde que el cine era cine, tuvo que solucionar muchos problemas nuevos. Basta ver la cinta, incluso retocada, para darse cuenta de las dificultades, casi siempre la escena se corta o la cámara mira para otro lado cada vez que R2 tiene que pasar una escalera o un pequeño escaloncito. Sin embargo hay un instante en que sale subiendo trabajosamente un desnivel…, solo para hacerte pensar “¡Anda ya!” Como usuario de silla de ruedas eléctrica sé positivamente que es IMPOSIBLE que un robot como ese pudiera recorrer el desierto y aún menos un bosque lleno de troncos caídos, raíces traicioneras y socavones ocultos, por no hablar de las arenas movedizas. Por eso cuando lo cogen los Jawas casualmente va por un sitio bien llanito y despejado de piedras.

La solución venia en el guion, se supone que es un androide astro-mecánico, especializado en el mantenimiento y manejo de naves espaciales, lo que se hace obvio al final de la película. Está hecho para andar por escenarios artificiales, como el interior de la Estrella de la Muerte. Sin embargo todo lo que pasa antes está muy cogido por los pelos. Así que la solución fue recurrir al viejo truco, usado desde la época de los autómatas embaucadores del sigo XVIII, de meter un enano dentro que lo guiase por el buen camino. Fue el actor Kenny Baker quien dio vida y carácter a R2, y cuentan las crónicas que es mucho más simpático que el actor que hizo de C3-PO. ¿Esperable, no? Sin embargo en los momentos que no convenía emplear al actor, mover al bicho siguió siendo un problema. Pese a todo el equipo de rodaje lo logró y ya para las secuelas R2 andaba por el plato como un actor más.

Pero aparte de Kenny Baker la razón por la que George Lucas es un héroe para los enanos de Hollywood fue porque les dio trabajo a todos, algo que no se veía desde “El Mago de Oz” En una época donde se sufrían los últimos estragos de la crisis del petróleo y ya no estaba de moda usar enanos en las películas fue un hito importante. Algunos fueron Jawas y todo el pueblo de los Ewoks eran enanos disfrazados de ositos... Muchas mofas se han hecho a su costa, durante años la peor película de la saga fue “El Retorno…” entre otras cosas por su presencia. Pocos “finales” de series de éxito han sido del gusto de los fans, pero no olvidemos que los lindos Ewoks se querían comer a Han Solo.

Pero la relación entre Lucas y los enanos de Hollywood no se quedó en la saga galáctica. Cuentan las crónicas que después del desastre del pato Howard (sic) se planteó llevar al cine la obra de Tolkien, sin embargo pronto se dio cuenta que las dificultades técnicas de llevar adelante una obra de tal envergadura eran muchas y ante las dificultades por conseguir los derechos optó por la opción más sensata, demostrando que como productor a veces tenia mejores ideas que como director: crear su propia historia a partir de una vieja idea suya de inicios de los 70. Fue el comienzo de “Willow” Donde volvía haber un pueblo completo de enanos, y con Warwick Davis (Wicket en “El Retorno…”), en el papel principal. A pesar de ser un hito técnico, al mostrar en pantalla el primer “personaje” hecho íntegramente por ordenador (el caldero aquel del final de la película), la película no obtuvo el gran éxito esperado y no hubo secuelas.

Desde entonces la relación entre Lucas y los enanos de Hollywood fue estrecha, y el hoy ex malvado empresario recibió premios y homenajes (no encuentro link pero lo leí en algún lado). Siendo una de sus pocas acciones que se pueden considerar “luminosa” sin discusión. Pese a todo los actores enanos no dejaban de estar encasillados en películas de fantasía o ciencia ficción, entonces aun consideradas un generó menor. Para dar el salto a papeles “serios” tuvieron que esperar a Peter Linkdale, aunque su consagración popular final no deja de ser una ironía... Sin embargo el paso de las décadas y la ganada respetabilidad no les ha permitido encontrar más trabajo en el mundo del espectáculo. Primero los FX digitales permiten coger a un actor normal, reducirlo de tamaño y clonarlo hasta llenar toda una ciudad de enanos si se quiere. Algo que tienen sentido adaptando a Tolkien, pues los describió así, pero no tanto al adaptar en plan moderno y oscurito Blanca Nieves... Nunca volverá a haber un “Mago de Oz” o una aldea de “Willow”, y parece que últimamente es como de mal gusto emplear enanos en el circo o el humor, supongo que son los efectos secundarios de alcanzar la respetabilidad.




     
De ingenieros y solución de problemas

La historia fue diferente para George Lucas… Aunque parezca increíble todas las soluciones para manejar eficientemente a R2-D2 en plató se olvidaron en el plazo de 20 años. Quizá por la manía de los magos de no confiar sus secretos, quizá por confiar demasiado en los FX digitales tras el éxito de “Parque Jurásico” La cosa que los problemas de ingeniería que tenía R2 eran incluso peores durante el rodaje de “La Amenaza Fantasma” Se volvió a recurrir a Kenny Baker, pero la edad no perdona y ya no estaba para pasarse horas dentro de una olla rodando en el desierto del Sahara. Por la red andan las tomas falsas con todos los tortazos que se dio el dichoso carricoche. Los mandos a distancia no funcionaban, las ruedas se atascaban, tropezaba en las esquinas, no había forma de que diera la réplica. El equipo de producción pasó días y semanas estrujándose el coco intentando averiguar cómo hacerlo funcionar. Era un desastre, y no venía solo: tampoco sabían manejar el muñeco de Yoda, y por más que invocaban la Fuerza no se les aparecía el fantasma de Jim Henson para indicarles como hacerlo. Si lo recordáis antes del último retoque, el resultado fue obvio.

Si yo hubiera estado en el equipo de rodaje les habría dado la solución el primer día con un solo vistazo. ¿Sabéis cuál fue la solución después de semanas de pensar y perder valioso tiempo de rodaje, cuando ya estaban desesperados y casi de casualidad? Usar los motores y el mecanismo de una silla de ruedas eléctrica. Juas. Si hubiera estado allí habría visto el tema. “¿Qué hacemos, tío?” …y hubiera hecho un trompo de 360º haciendo evidente la cosa de la forma mas cinematográfica. “Hostia, claro” Fin del problema.

La conducción de las sillas de ruedas eléctricas es como la de los tanques y excavadoras sobre orugas. Para girar se frenan las ruedas de un lado y se aceleran las del otro. Los tanques más modernos llevan volante, para facilitar la conducción, pero los antiguos se manejaban con dos palancas, una para cada tren de ruedas. Si recordáis la persecución del tanque en “Indiana Jones y la Última Cruzada”, cuando al piloto recibe un tiro y cae fulminado sobre una de las palancas el vehículo -un viejo cuatro latas de la 1ª Guerra Mundial-, gira en redondo de golpe. Con un poco de pericia es la forma perfecta para manejar a R2, pues permite un control bastante preciso y gran maniobrabilidad en espacios pequeños o tortuosos, como un decorado atestado de cámaras, focos y cables por el suelo. Lo raro es que no se les hubiera ocurrido antes.

Sin embargo como en el caso de los enanos, esa solución de ingeniería llegó tarde. Gracias a los FX digitales Lucas pudo darse el desquite, demostrando como R2-D2 podía superar escalones y que efectivamente era un robot capaz de flotar en el espacio haciéndolo volar en pantalla. “¿Y por qué nunca lo vimos antes?” Porque antes los FX digitales consistían en puntos y rayas, gracias George por romper la inmersión. Luego en el Ep. 2 se lo veía subir una escalera, también de forma digital y sin Kenny Baker dentro, mientras un ejército de animadores sustituía a Frank Oz y su marioneta de Yoda. No es ninguna tragedia: hoy cualquier persona podría interpretar a un enano gracias a un disfraz digital, pero un enano también podría interpretar cualquier papel con un disfraz digital. En unos años pocos actores podrán, si se quiere, dejar de ser encasillados por su físico.
   
Decir que todo se hubiera solucionado si yo hubiera estado allí no es un ataque de pedantería imaginaria. Quien dice yo, dice cualquier otro piloto de silla eléctrica. El punto es que a todo un avezado equipo de producción, los ingenieros del cine, no se le ocurriera una idea tan obvia en apariencia. Tipos en sillas eléctrica ya se veían por la calle o la consulta de medico todos los días. La respuesta es sencilla: lo más probable es que ninguno de ellos conociera directamente o tuviera experiencia con una persona que utilizase una silla de ruedas así. Ni familiar, ni amigo, ni pareja. No le encuentro otra explicación.


Una consecuencia de vivir en familia o centrarse en el trabajo es que se acaba viviendo en una especie de burbuja. Se habla del “niño burbuja” para referirse a esos pobres chicos que no pueden salir de su casa no vayan a coger una infección. Pero lo cierto es que la mayor parte de la población occidental vive en una burbuja de aislamiento mental. Pese a Internet nuestro círculo social real se reduce a unas pocas personas y todo lo que nos cuentan o nos enseñan, como siempre ha sido y será. Es fácil pensar que los enanos “no se merecen vivir así” cuando no se conoce personalmente a ninguno, y todo lo que sabes te llega de oídas. Siendo solo un ejemplo de un fenómeno que irónicamente alimentan las redes sociales, cada vez seguimos menos los grandes medios de masas, que consideramos sectarios y manipuladores, pero más los links que comparten nuestros “amigos” en redes sociales. Nuestra propia pequeña secta, pues la mayoría son de nuestro rollo y no del rollo de “los otros”. Al final recibimos la mayor parte de la información a través del tamiz de nuestro rollo, y eso no puede sino limitar nuestra forma de ver el mundo. Las pruebas de ello son el auge de todo tipo de frikismos desde que existe Internet, y el enconamiento y polarización de las posturas en los debates públicos. Cosa que ya se palpaba mucho antes de la crisis.


Es algo que además se agrava con la edad, cuando todo tipo de responsabilidades se nos comen el tiempo y nos aíslan en nuestro pequeño mundo, convirtiéndonos en seres con una acusada deformación profesional, en lugar de la persona de mente abierta que deberíamos ser para podernos manejar en este complejo mundo.


Estar en esa situación es malo sobre todo para un ingeniero o un creativo, pues para crear o dar soluciones a problemas técnicos hay que tener la mente abierta a diferentes ideas y puntos de vista radicalmente distintos al nuestro. Un escritor no solo tiene que pasarse el día escribiendo, también haciendo el vago, yendo al cine o leyendo cosas. Lo que también vale para un ingeniero: hay que tener tiempo para pensar, y recibir otra información de fuentes que no sean las de todos los días. Si eres guionista debes ser capaz de ponerte en la piel de un fascista o terrorista aunque tales personajes te repugnen, porque si no te saldrán caricaturas de personaje que solo despertaran la indiferencia o el desprecio del espectador. No por el personaje, sino por tu trabajo. Lo cual es un flaco favor si lo que se pretende es crear conciencia o hacer pensar. En ingeniería es toparse con un escollo insalvable, al que no vas a verle solución si siempre vuelves a los arreglos de siempre.


Por eso en estos tiempos es imprescindible tener acceso a otros puntos de vista y otras ideas. Por eso es estúpido llenar Internet y la educación de barreras monetarias, derechos de autor mal entendidos y patentes exclusivas. Estos días, a raíz del cierre de Canal 9, se ha visto a muchos economistas de corbata y gomina andar por los debates alabando la desaparición de una tele pública, pues ellos no mantendrían algo que no fuese rentable y más en estos tiempos de crisis. Es algo que se oye mucho. Si escarbas un poco ves que tienen un concepto de riqueza que consiste solo en el beneficio económico monetario. Dicho en llano: dinero. Lo que te produce un escalofrío “¿qué coño están dando en las facultades de económicas?”, pues lo peor es que eso te lo dicen señores catedráticos y profesores de universidad.

Según ellos una tele pública que ofrezca contenidos minoritarios, como documentales de ciencia o arte, no debería existir porque esos contenidos los puede ofrecer el libre mercado. La vieja utopía de la mano invisible: dejad el campo libre a los emprendedores y todo se solucionara solo. Una utopía fracasada, pues vivimos en la distopia capitalista. El mercado libre no existe, pues somos humanos, y ante la libre competencia salvaje nos agrupamos para hacernos más fuertes y sobrevivir mejor. Formamos empresas cada vez más grandes y mafias corporativas que pactan precios, compran políticos para pasarse por el forro las leyes de la competencia, monopolizan patentes innovadoras, devoran a la pequeña empresa y machacan a los autónomos. El mundo está lleno de multinacionales con más poder que muchos estados, gobernadas por ejecutivos que no pagan impuestos y se creen por encima de las leyes. Ya no son hombres de negocios liberales, son aristócratas haciendo puntos para que dentro de un siglo o dos alguien les corte la cabeza. Oh, sí, tienen muchos beneficios, pero la riqueza humana no consiste solo en beneficios, sino en riqueza de puntos de vista, imprescindibles para cualquier tipo de creatividad y también para generar más riqueza económica. Una persona culta y de mente abierta va a generar más soluciones y va hacer a la gente vivir mejor. La distopia capitalista frena eso, y si avanza hacia algún lado es solo siguiendo el camino que le marca la aristocracia, y así ha sido el principio del fin de todos los grandes imperios.  Pues cuando los poderosos se apoltronan en la falta de ideas y cada innovación solo sirve para alimentar una y otra vez la misma burbuja, solo demuestran que ya están acabados y no queda más agua en el pozo.

Un estado que permita a un tipo en silla eléctrica formarse y poder trabajar en una gran producción de Holywood, o salir a la calle para que cierto equipo de rodaje lo conozca le hubiera ahorrado a George Lucas un montón de tiempo y dinero. Y lo mismo puede aplicarse a toda esa gente sin recursos para pagarse todo eso que ofrece el “libre mercado”

He dicho.         

lunes, 11 de noviembre de 2013

Canal 9 (2)

Durante esos primeros años mi experiencia con Canal 9 despertó en mi tierna mente algunas preguntas, pues desde el principio  notaban cosas extrañas. La primera que teniendo ya una televisión dedicada a las noticias de la región, se siguiera emitiendo el informativo territorial de RTVE al medio día. “¿Para qué? ¿No resulta redundante? ¿No es un gasto inútil?” Sin embargo no ha dejado de emitir hasta hoy, donde vuelve a convertirse en el único espacio reservado para las noticias de la comunidad. Y la segunda, mucho más importante. “¿Por qué una televisión pública cuyos ingresos provienen de los impuestos debe cortar las películas con publicidad?” O mejor dicho de otro modo: ¿Por qué debe importarnos si da beneficios, tiene deuda o es o no rentable? ¿Por qué diablos una televisión pública debe gestionarse como una televisión privada, y además, mal? ¿Por qué debe emitir futbol o películas comerciales, con lo que cuestan los derechos ambas cosas? Por definición una televisión pública es un gasto, cuyos objetivos, ser un servicio público o mostrar contenidos minoritarios, por naturaleza, no son de ninguna manera comerciales. “Vamos a cerrar las teles publicas porque no son rentables y por tanto son un gasto prescindible” Es que para empezar las teles públicas NO TIENEN QUE SER RENTABLES NI GENERAR BENEFICIOS PORQUE ESA NO ES SU FUNCION Otra cosa es que sus gestores sean tan (escriba insulto preferido aquí) que las gestionen como si fueran empresas privadas.

El plan siguió tal como estaba previsto y profetizado. La verdad es que no hay mucho que contar, tras aquéllos primeros años donde consiguió cierto éxito de audiencia, algo que le vino en parte gracias a la falta de competencia, -el panorama televisivo de entonces se reducía a RTVE, A3-TV, T5, C+ (codificado menos informativos y alguna cosa más), y las autonómicas-, y al hecho de tener prácticamente el monopolio de los temas de la Comunidad Valenciana o de las noticias valenciano. Después la historia de la cadena ha sido la de una larga decadencia. O sea, cuatro o cinco años de dudas y esperanzas, y 20 años de lenta degeneración. Aunque habría que hacer un análisis de insectos con música a lo CSI para averiguar la fecha exacta de la muerte. Asistiendo al truculento espectáculo de su cierre podemos caer en la tentación de recordar aquellos primeros años, la etapa socialista, con un cristal de color de rosa, pero lo cierto es que las semillas de su lenta caída estaban puestas desde sus mismos inicios.

Si el objetivo de la cadena era promocionar la lengua y el audiovisual valenciano eso ya son objetivos políticos. Loables a primera vista, pero el demonio siempre está en los detalles. ¿Qué variedad de la lengua, bajo que normas gramaticales, a que productoras se hacen contratos, porque ésta sí, ésta no, esta me gusta, etc.? Y claro, si el objetivo de una cadena es en el fondo político, difícil es que no sea también partidista. Si la política española no fuera tipo “ahora que mandan los míos toca hacer cambio de régimen” quizá me creería eso de que hubo un tiempo feliz donde C9 fue una televisión independiente bellamente gestionada hasta que llegaron los malos. Pero no me lo creo. La historia de la televisión pública en España es la de una sucesión de cazas de brujas, y Canal 9 no fue distinta en eso. Después de lo visto en TVE a lo largo de los ochenta, ¿qué se podía esperar tras la victoria del PP?


Los 90: Cambio de Régimen

A mediados de los 90s el mundo empezó a cambiar, se generalizó la televisión por cable (vía satélite), los canales temáticos, ya se hablaba del “inminente” apagón analógico, de algo llamado Internet y de repente todos teníamos móvil en la mano. La primera señal fue que podíamos sintonizar Galavisión, el canal mexicano vía satélite, gracias al cual conocimos al Chapulín Colorado y al Chavo del Ocho, aunque a mí eso ya me cogió demasiado mayor. Mientras que las teles privadas iban sustituyendo las películas de la franja de madrugada por Tele Tienda, Canal 9 cerraba su programación con imágenes subjetivas del recorrido del nuevo tranvía de la ciudad. Era tan entretenido que lo veía antes de dormir... Acostumbrado a trasnochar viendo películas caí en el aburrimiento, cambiando de canal sin parar frustrado. Por suerte llené el vacío con videojuegos y video club. Tiempo después llegaban los canales temáticos de pago y las televisiones locales. Eso impacto en Canal 9, dándose la paradoja que las locales, privadas la mayoría de ellas, daban una información local más extensa y detallada que la propia cadena pública, innovando en formatos que solo después se vieron en Canal 9. Aparte de la nefasta gestión, que hoy ya conocemos con detalle, ahora tenía competencia en lo que se suponía era su target, y tristemente no estuvo a la altura. Las soluciones fueron meter más dinero, y la telebasura.

Donde yo noté el cambio de régimen político fue en la evolución de la programación infantil y juvenil. Desde el comienzo el modelo a seguir había sido TV3. Si aquellos tenían “El Club Súper 3”, un formato realmente innovador en su momento, aquí pronto tuvimos “A la Babala”, llevado por Fani Grande, y luego cambiado a “Babala Club” Era un calco, hasta ponían las mismas series, como ya recordé ayer. Los presentadores actuaban como tres personajes, si en TV3 tenían una especie de Chimo Bayo de casco amarillo, aquí teníamos un Mr. Spok. Los mejores temporadas fueron las de Xoni, Poti i Tiriti, coincidiendo con la emisión de “Bola de Drac Z”, “Musculman”, etc. Una vez llegaron al ente los hombres de Zaplana, y el País Valencia pasó a llamarse Comunitat Valenciana la cosa se empezó a mover, como para dar al tema un aire “más valenciano”. Al principio solo se notó en el cambio de los contenidos, más de producción propia, lo cual por otra parte era lógico, pero el despiporre llegó con la era María Abradelo y la nueva mascota, en el 96 o 97. Viéndolo ahora el que fuera una especie de perro Pitbull queda como… guau, ni hecho adrede… Hay que reconocer que al principio la chica tuvo bastante éxito, con actuaciones por toda la comunitat y pretensiones de convertirse en una especie de Xuxa local. La duda es si fue por méritos propios o por enchufe de las alturas, pues durante años tuvo el monopolio de la programación infantil, y a mí me da que se la acabó cargando. De todas formas para cuando dejó la cadena yo hacía tiempo que no veía Canal 9.

 
Valencia 1997: Tómbola y el Fin del Cine

Siendo justos Canal 9 no fue el culpable de todos los males de la televisión de nuestro tiempo, después de todo no hacía sino seguir la deriva del resto de cadenas, pues el problema no es que fuera publica, sino que competía como una privada. Un mal endémico en todo el país. Si la telebasura en España comenzó con aquel infame programa especial de Nieves Herrero, el mérito de los juicios paralelos fue de Pepe Navarro, que hizo famosos al padre de la niña de Alcacer y aquel presunto criminólogo engominado. Los frikis llegaron con “Al Ataque” de Alfonso Arus con Cardenas, Carlos Jesús, Tamara Seis Dedos y el resto del club. Arus venia además del gran ejemplo para todos que era TV3. El amarillismo, los debates rosas, los invitados de saldo, los debates de mercado, todo eso era algo que se veía venir desde la época del “Videos de Primera” En Canal 9 “Carta Blanca” y “Parle Voste, Calle Voste”, fuero paralelos al Mississippi de Pepe Navarro. “Tómbola” se estrenó en el mismo año que “Crónicas Marcianas”, y hasta el corrupto alcalde de Marbella, Gil y Gil, tuvo un programa en T5 que presentaba desde un yacusi. En el fondo todo eso no era más que la versión hispana de lo que se venía haciendo dese años a en yanquilandia. No inventamos nada, simplemente nos creímos que el europeo medio era culturalmente superior al yanqui medio, y no. Los españoles nos parecemos mucho más a los americanos de lo que nos gustaría. Valencia es la Florida de España. Tenemos sol, paseos con palmeras, pantanos junto al mar, arbustos (Bush) autóctonos, y por supuesto, Corrupción en Miami. ¿Qué será lo próximo? ¿Juegos con papeletas mariposas que sorpresivamente hagan ganar al PP de nuevo? Mientras gente como los británicos aunque tengan un Sun, también intentan tener una BBC.

Con los reestrenos y el run run por las précuelas las películas de la saga Star Wars dejaron de ser rellenos del sábado por la tarde de Canal 9 y se convirtieron en objetos de culto emitidos a bombo y platillo en otro canal. La forma de competir era reducir costes, una buena serie bien promocionada puede dar tanto que hablar como Belén Esteban, como demostró la HBO e Internet, pero es mucho más cara de producir. La televisión en abierto optó por la solución más rentable, el problema llegó cuando Canal 9 y el resto de televisiones públicas se empeñaron en competir por la audiencia en los mismos términos. Los programas del corazón invadieron todas las franjas horarias, desplazando la programación infantil, las películas del sábado noche, el prime time, y cuando pensábamos que ya no podía haber nada peor, llegó Gran Hermano, los triunfitos, el Tomate, y la Tele Tienda fue sustituida por los concursos infames y los futurólogos que llenaban las madrugadas de las locales. Entonces la tele murió para mí, reducida los informativos de la mañana, y los documentales de canal temático, y después ni eso, sustituida casi por completo por Internet. El televisor de mi cuarto lleva años apagado.

Sin embargo durante mucho tiempo Canal 9 fue una de las pocas televisiones que seguía viendo, pues en su inmovilismo todavía ponía películas a la vieja usanza, incluyendo estrenos que le costarían una pasta. Pero eso también fue degenerando, hasta acabar en la película del oeste de la hora de la siesta, que se mantuvo en antena años y años, reponiendo y reponiendo las mismas películas, la mayoría spaghetti westerns de saldo. No fallaron ni la tarde del 11-M, cuando pusieron “El Bueno, el Feo y el Malo” como “programación especial” Cortando los boletines con las tristes armónicas de la secuencia del puente. Tampoco falló un par de noches después, cuando un irreductible Zaplana daba por seguro que se demostraría “no tenga usted la menor duda” que el autor de los atentados era ETA, al tiempo que en la otra cadena un Acebes con barba de tres días y cara de susto ya hacia muchas horas que había tirado la toalla.


La Era de la Hipertrofia

La ampliación de la oferta televisiva privada “forzó” a las autonómicas, embarcadas en su propia deriva, a competir en los mismos términos una vez más, y lo peor, en época de supuesta bonanza económica. Así llego la era de la hipertrofia. Comenzó TV3, añadiendo al ya existente Canal 33, dedicado a la cultura, otro infantil y juvenil, y otro más de noticias 24h de emisión internacional. Por supuesto las demás no iban a ser menos. Como con AVEs y aeropuertos, cada comunidad quiere el suyo. Así, con las audiencias desplomándose, llegaron Punt 2, la versión valenciana del Canal 33, y 24/9, de noticias… Todos estos canales extra también se ofrecían para el resto del país dentro de los paquetes de canales por cable, así que para más inri, había que pagar para ver una tele pública. En Valencia el absurdo era obvio, pues desde los ochenta veíamos TV3 en abierto, ¿si se podía ver gratis, qué sentido tiene pagar por el servicio? En fin, aunque no fueron causa directa de la actual debacle, esos canales si fueron un despilfarro más. “¿Es que se han vuelto locos? ¿Esto para qué? Se supone que es un canal para la región, ¿por qué tiene que tener un canal internacional?” Pues sí, locura, esa era la sensación que me daba al poner la tele en prime time en los últimos años antes de la crisis. A saber que le echarían a la Copa América... Un gran premio de Fórmula 1 urbano teniendo ya el circuito de Cheste…, la visita del Papá… Una foto gigante de Papa Ratzinger con los brazos abiertos presidió la plaza de la virgen durante meses, todos decían que se parecía al Emperador en el Episodio III de Star Wars. “El plan sigue tal como estaba previsto, jajajaja” El resto es historia.


Reflexiones Finales

El problema de Canal 9 y demás ha sido en esencia político. En España nunca ha habido una verdadera liberalización del espectro audiovisual en su versión más clásica con pelucas. “Dejad hacer, dejad pasar” Las licencias de teles privadas siempre han estado controladas desde los gobiernos, por eso se pueden contar con los dedos de una mano, y ya son propiedad de unos pocos grandes grupos de comunicación. Una concentración de medios del mismo calibre que la de EEUU. Eso a la vez que las cadenas públicas compiten como empresas comerciales, y al hacerlo se han gastado millones y millones de dinero de los impuestos en contenidos que debería ofrecer la industria privada.

Una función de Canal 9 y las televisiones autonómicas en general era fomentar la industria cultural de la región. ¿Pero alguien me puede explicar cómo se puede conseguir eso si la propia televisión pública está ocupando el espacio de la industria comercial? Vale que da trabajo a muchas productoras de contenidos y profesionales, pero es que esas productoras y profesionales deberían estar trabajando para un tejido industrial privado que no existe y que no se ha dejado crecer, pues todo cuelga de la televisión autonómica de turno y los contratos que ofrezca, pagados con dinero público. En el momento que eso falla, todo se va a la mierda, y miles de profesionales se materializan en el páramo desierto de Mordor (de tal guisa pintaba la oposición la torre de antenas de la sede del canal en alguna campaña electoral, con el nueve arriba del todo haciendo de Ojo de Sauron) Si Canal 9 hubiera tenido éxito en su objetivo inicial tendría un par de canales privados locales haciéndole competencia en deportes o entretenimiento. No están, porque Canal 9 monopolizaba el espacio con su presupuesto millonario, y no están porque ni unos ni otros lo intentaron fomentar de verdad nunca.

¿En qué debería gastar el dinero una tele pública? Informativos, programas de servicio público, pequeñas cosas minoritarias, como esos programas de cine y libros que nadie ve, danza moderna, o música rara. Un montón de cosas que además serían mucho más baratas de mantener, y por tanto no quitarían dinero destinado a “escuelas y sanidad” (sic)
Y todo esto sin entrar en otro tipo de consideraciones políticas, pues nunca deberíamos olvidar que hidras de varias cabezas como el ministerio de educación, cultura y deporte son evoluciones modernas del ministerio de propaganda, pan y circo de toda la vida. Por eso aunque los gestores de una cadena pública la lleven como una privada, preocupándose de audiencias y tonterías por el estilo, nunca la acabaran de privatizar, pues la necesitan para el auto-bombo. Y en ese limbo es en el que estaban la mayoría de televisiones autonómicas cuando llegó la crisis.

“A guanyar diners, on están, on están, a guanyar diners”…y los ecos fúnebres se pierden por el mediterráneo.


sábado, 9 de noviembre de 2013

Canal 9 (1)


Como todos sabéis cierran Canal 9, la televisión autonómica valenciana. Los detalles escabrosos sobre las noticia ya los glosan sobradamente otros medios, así que yo me limitare a recordar lo que ha representado Canal 9 en mi vida como espectador. Quizá se produzca un milagro, y no se cierre o algún día se recupere, pero por el momento, es de dudar. Así que esto es una espacie de epitafio, u homenaje. Aunque lo cierto es que no hay mucho que homenajear…

La Prehistoria

En los profundos años ochenta, cuando solo existían los dos canales de TVE, ya daban una programación regional dedicada a la comunidad valenciana, creo recordar que la cosa se llamaba Aitana. En ese pequeño espacio del medio día, que incluía el informativo territorial de RTVE, me parece que ya daban las noticias en valenciano. Ahora se me escapa ese detalle, pero recuerdo muy bien aquel informativo porque viéndolo fui consciente por primera vez de mi deseo sexual, al descubrirme mirando demasiado fijamente los brazos desnudos llenos de redondeces de la presentadora y darme cuenta que no escuchaba a nada de lo que decía. Tenía la cabeza llena de brazos, como para recordar en que idioma hablaba..., bueno, sí: el lenguaje universal. Así supe dos cosas: las chicas no tienen que hacer nada erótico para despertar atracción en un hombre. El deseo no lo provocan ellas, está en nosotros. Y dos, las partes del cuerpo que despiertan atracción no tienen por qué ser únicamente el culo y las tetas, y en un crio de doce años de los ochenta, eso es nivel. Vaya cosas raras aprende uno viendo el telediario. A ojos de hoy aquellos programas eran bastante pobres, apenas daba tiempo a poner las noticias y algún mini-docu sobre la albufera, no daba tiempo a más. Crecí con ellos, y los veía como parte del paisaje, pero a ojos de los estatutos de autonomía, era un arreglo provisional, o así me llegaron a convencer de ello.

Antes de las privadas llegaron las teles autonómicas. La primera que llego a casa, en Valencia capital, fue TV3, la tele autonómica catalana, en 1987. En teoría no debíamos verla, fue cosa de la asociación catalanista “Acció Cultural del País Valenciá” Poneros en contexto, solo seis años después del 23-F, dos años después de que la TV2 estrenase sus emisiones de la mañana, y de pronto se podíamos sintonizar otro canal. Yo creía que era algo pirata ―de hecho, lo era―, urdido por esas malvadas comunidades de vecinos que retransmitían cintas con derechos de copyright por video comunitario, como nos advertía muy seriamente el FBI antes de cada película. No te lo tomabas en serio porque nadie podía creer que el FBI pudiera venir hasta aquí para vigilarnos… Aprendí que era eso del pirateo viendo en las noticias como vaciaban cajas llenas de películas VHS grabadas para video comunitario, mientras el locutor declamaba en el mismo tono usado para los hallazgos de zulos de la ETA. Lo miraba y pensaba “¿Y cuál exactamente es la diferencia entre una copia legal y una pirata? Sera que se ven mal o algo…” Lo cual, entonces, era cierto.

Ver TV3 tenía el morbo de lo prohibido, lo hacías a escondidas, conectando cables por detrás del televisor y sintonizando canales con nieve, temiendo que en cualquier momento se cortase la emisión… De hecho a veces ocurría. “Ya está, toca meterse debajo de la mesa, como en el congreso…” La realidad es que la inmensa mayoría de nosotros no lo veíamos por razones políticas, era un canal extra, el primero que nos llegó, y eso era algo muy bienvenido. Aparte, ponían programas para gente de mi edad que no se veían en TVE, más modernos o simplemente distintos. Bueno, entonces no era consciente de ello, pero la presencia de TV3 generó una especie de carrera de armamentos entre las recientes autonomías, pues todas querían tener su propia televisión, y entonces eso se veía como algo muy serio y un éxito de la democracia. Entonces, coincidiendo con mi pubertad, se inauguró Canal 9.

Los inicios: el berenjenal de la lengua

Los inicios de Canal 9 corresponden a esa época mágica entre la niñez y la adolescencia que todavía le da un halo especial a todo. Sin embargo ya me daba cuenta que la programación se distinguía por dos cosas, el estilo de comisión de falla, o sea mucho cartón piedra y Rosita Amores meneando unos pechos descomunales con los pezones cubiertos con tapacubos de coche en algún programa nocturno (cosa que a mí me dejaban totalmente frio, pues hasta para un crio de 14 años educado sexualmente por Sabrina Salerno eso resultaba casposo y antediluviano, todavía estaba muy lejos el que se pusiera de moda eso que llaman vintage) Sin olvidar al inefable Joan Monleón regalando “cinc-mil pésetes” a señoras mayores con un movimiento de prestidigitador en su cutre concurso. Momento que comenzaba con una cancioncilla siniestramente profética. “A guanyar diners, on están, on están, a guanyar diners, on están, on están, tirori-tito, tirori-tito…” De significado obvio, pero para los lectores de países lejanos traduzco: “a ganar dinero, a ganar dinero, donde está, donde está, a ganar dinero…” Cuentan las crónicas que aquella frase de “yo estoy en política para forrarme” que se atribuye a ese ninot churruscado con rayos uva llamado Eduardo Zaplana, en realidad la dijo uno de los directores que años después nombró para la cadena… Cancioncilla cantada, además, para rizar el rizo, por unas azafatas vestidas de vedet de revista que aparecían cargando unas huchas a modo de pechos, pues Canal 9 no fue solo pionera de la telebasura tombolera, también de las Mamá-chicho. “Si esto es la cultura valenciana, ¿dónde me bajo?” ¿De verdad creíais que toda la parte cutre vino después…?

También ponían mucho dibujo animado reciclado doblado al valenciano, ahora me viene a la mente “Els Herculoids”. Entonces sentía más vivamente eso que llaman nostalgia qué ahora con casi 40 tacos, fue como un retorno a la infancia profunda. Dibujos de movimientos anquilosados y robóticos, efectos de sonidos (kuuuwaaakunnnn), propios de la época de las series originales de He Man, Transformers, o G.I. Joe.  Las emisiones en pruebas del canal eran más una vuelta al pasado que otra cosa, pero todo el mundo esperaba expectante. Era un canal nuevo.

A diferencia de TV3, Canal 9 se vanagloriaba de ser bilingüe, algo que se correspondía con lo que yo había vivido en la calle, la escuela y el instituto. Muy poca gente que conociera en la capital del Turia hablaba valenciano, los que iban a “línea en valencia” solían llevar pañuelo palestino, o proceder de los pueblos de la Huerta. La polémica sobre la lengua estuvo ahí desde el principio, pero no me voy a meter en ese berenjenal. En TV3 el mapa del tiempo aparecía con Cataluña, Valencia y Baleares, en Canal 9 a veces si, a veces no, lo cierto es que ahora ni me acuerdo. ¿Realmente importa? Yo a la vez estudiaba valenciano, y los libros de la materia explicaban con claridad meridiana de que iba el tema. Que si el sustrato árabe hacia distinto al valenciano de su primo del norte, que si la mezcla de la emigración aragonesa tras la reconquista, que si el Tirant lo Blanc o las obras de Ramon Llul estaban en catalán o valenciano, que si tal, que si pascual, cuando la realidad sobre el terreno era la que había y todo eso solo eran politiqueos absurdos y juegos florales.

Sin embargo Canal 9 nunca fue plenamente bilingüe. Desde el principio la mayor parte de la programación estuvo en castellano,  como por ejemplo las películas, y solo una parte en esa variedad del catalán llamada valenciano, aunque si se hizo un notable esfuerzo en doblar muchas series, como las de dibujos animados, siguiendo el ejemplo de TV3. Tuvo su efecto, pues siendo el castellano mi lengua materna, y viviendo el estudiar valenciano como una odiosa materia extra, escuchar Canal 9 y TV3 hizo que al final fuera capaz de entender perfectamente ambos idiomas, que no son tan distintos después de todo. En la práctica me hizo bilingüe, lo que en teoría era el objetivo de la cadena, si entendemos el bilinguismo no como ser obligado a hablar dos idiomas a la vez, -que para mí solo se debería exigir a los funcionarios-, sino como hablar la lengua en que mejor me expreso y que el otro me entienda. O sea, la escuela R2-D2 y C3PO de bilinguismo, donde me dieron clase Han Solo y Chewbacca. Y ahora mismo, por mi bien, me salgo de este berenjenal en que me he metido, antes de empezar a hablar de “inmersió llinguistica”. Quina por.

Los 90: Nit de Erotisme

Los primeros 90 fueron la época de mayor audiencia de la cadena. Aún recuerdo la profunda emoción que me embargó cuando supe que Canal 9 iba emitir una película erótica cada sábado por la noche. Cabe recordar que era una época donde podían pasar semanas sin ver una sola teta en televisión y la emisión de “Enmanuelle” fue todo un acontecimiento y un hito de la democracia. Para dar con algo subido de tono tenías que rebuscar en los Tele Programas y estar atento a la hora adecuada, de madrugada, temiendo que en cualquier momento tu padre se levantara a vaciar la vejiga y te “descubriera”. La idea anunciada por aquel presunto directivo de Canal 9 se materializo en “Nit de Erotisme” Programa que fue bastante longevo, emitiéndose con la misma cortinilla incluso pasado el cambio de siglo. Ponían sobretodo películas eróticas de los 70s: Historia de O, Enmanuelle 2, 3, 4…, o películas S españolas de la época del destape. Así descubrí el cine de alta calidad de Jess Franco y su musa la actriz Lina Romay. Recuerdo madrugadas en el apartamento de la playa agazapado con el mando del video VHS en la mano y un rollo de papel higiénico cerca…

Yo crecía, pero mi hermano, cuatro años más joven, grababa y me hacía ver “Les Tortugues Muntants”, rebobinando una y otra vez los momentos clave, y se sabía todos los diálogos en valenciano. Idioma en que también recuerdo la serie de “Els Cazafantasmes”, basada en la película original. Otra que recuerdo muy bien era “Els Guardians de la Galaxia”, la veíamos en verano, estando en la playa, a la hora de merendar. No tenía nada que ver con el comic de la Marvel que ahora llega al cine, claro está. Mezclaba antiguo oeste con espacio, en la línea de los múltiples clones de Star Wars, con una animación espectacular para la época, realizada en estudios japoneses y de las primeras en incluir gráficos por ordenador. La canción de los créditos, estilo ochentero, me despertaba morriña. No es extraño que C9 tuviera éxito de audiencia en sus inicios, pues ponían series mejores que en otros canales.

Entretanto TV3 había sido pionera en la emisión de series de anime japonés, empezando por el Doctor Slump, de Akira Toriyama, y luego, por supuesto, la grande, “Bola de Drac” La sigo conociendo así, pues las peleas de Goku y compañía se pusieron y repusieron tanto en TV3 y como luego Canal 9 muchos años antes de que se emitieran en ninguna cadena nacional. Para mí las verdaderas voces de Goku, Bulma o el “Geni Tortuga” fueron las del doblaje catalán y valenciano, que además siempre fue de mucha mejor calidad que el perpetrado por Antena 3 con la misma Bola de Dragón o Naruto. Junto con Bola de Dragon emitieron otra, de lucha libre desquiciada, llamada “Musculman”, con notable éxito. Cuando el público general redescubrió el anime, que había desaparecido de las parrillas hacía años, para nosotros Goku era una serie antigua. Me pareció divertidísima la polémica sobre la violencia del manga montada por gente cono Nieves Herrero allá por el 94. A esas alturas ya estábamos curados de espanto.

En TV3 siempre cuidaron el anime y la programación juvenil mucho más que cualquier otra cadena, pública o privada, incluyendo Canal 9, aunque en sus comienzos trataba de seguir sus pasos. Dejando de lado cualquier consideración política, ciñéndome solo a lo que he visto, TV3 era lo que más se acercaba a lo que debería ser una buena televisión pública. Dando un servicio público y atendiendo los gustos minoritarios o poco comerciales con el respeto debido. Claro que hablo de antes de la época de la hipertrofia.

En esos años yo veía bastante cine, pues era uno de los principales contenidos de la televisión. Y para no ser menos en Canal 9 ponían películas estreno y ciclos de cierta calidad. Antes de que la saga de “La Guerra de las Galaxias” se convirtiera en Star Wars, solía emitirse con regularidad por Canal 9. Recuerdo ver “El Imperio Contraataca” o “El Retorno de Jedi” los sábados por la tarde, como cualquier película de relleno normal. En algún lugar tengo que tener las dos, grabadas de C9 en 1989 o 90, o sea, en su versión original, sin ningún retoque. La copia del “Imperio…” tenía un defecto que siempre se repetía en la misma escena, cuando el Halcon Milenario aceleraba para perderse en la galaxia, haciendo pensar que en realidad estaba viendo una copia pirata, o algo así. Tengo en mi memoria ese momento en que Darth Vader se arrodilla ante el Emperador con la mosca del Canal 9 -un 9 con la C tumbada encima- en la esquina. “Mi plan sigue tal como estaba previsto, jajajajajaja” con esa risa cascada de Emperador maligno… Por entonces el gobierno de la comunidad todavía era socialista, tanto en la Generalitat, cómo en el Ayuntamiento... Pues sí, el plan seguiría tal como estaba previsto. “Promocionar la idioma propio, y el audiovisual valenciano” “¡Es una trampa!”

Las noches aburridas de verano las pasaba entrado y saliendo del comedor a la terraza del apartamento, grabando porno suave, películas, y videos de la MTV. Terminada la juerga, me quedaba a ver la cortinilla de cierre original de Canal 9, contemplándola con una emoción especial. Tenía su encanto, como la de TV3, y permaneció invariable durante muchos años, conforme me hacía mayor.

Fallas y cintas de video 

No pongo lo de fallero solo por su parte peyorativa: sin la colaboración de Canal 9 mi hermano no hubiera acabado siendo artista fallero, o sea, el tipo que construye esos monumentos que se queman, que en tiempos eran de cartón piedra y últimamente de corcho blanco. Así que desde siempre Canal 9 ha sido un “must be” cada 19 de marzo y hemos grabado cremas desde que el primer video entró en nuestra casa, hace lo menos treinta años, que se dice pronto. Empezamos con las de TVE, así que cuando llegó Canal 9 simplemente continuamos la tradición. Mi hermano guarda en Beta y VHS decenas de cremas, de la falla del Ayuntamiento, de las de sección especial... Pero la cosa no se quedó ahí. El final de los exámenes y comienzo de las vacaciones de verano pronto quedo unido a la retrasmisión en directo de las Hogueras de Alicante, cuya versión de la crema siempre terminaba en la “banya”  Con los bomberos disparando sus mangueras contra un público ansioso de ser refrescado y uno pegado a la mosca de C9 tratando de encontrar alguna chica entre la masa de tíos descamisados y aulladores. “¡Porque todos son tíos! ¿Es que ellas no tienen calor? Maldito pudor absurdo ¿Dónde están escondidas? Ala, mira, una chica, con toda la camiseta chopada, a vore, a vore, ah, pero lleva bañador debajo, traidora… Si fuera tía me estaría pegando un festín de torsos, la vida no es justa”

Se notaba que TVE tenía mejores cámaras y conservaba los mejores ángulos, pero obviamente Canal 9 emitía más horas, con programas especiales, y fallas de varias secciones, todo presentado por unos jóvenes Chimo Rovira e Inés Ballester. Era divertido comparar una emisión con otra, en la de TVE apenas podías oír los silbidos y abucheos que acompañaban las notas del himno nacional tras cada crema, en la de C9 se oían perfectamente. Con el tiempo las retrasmisiones fueron ganando en espectacularidad, con planos de helicóptero y todo tipo de parafernalia, eclipsando por completo a TVE. Pese a todo siempre faltó algo, siempre fue como cutre, como realizado por esas comisiones de falla que están más pendientes de la juerga y la borrachera que de la propia cultura de la fiesta o el monumento, que es lo que le gente viene a ver. Pues gente pedo y gamberros los hay en cualquier fiesta, pero fallas no. Era esa sensación como de no tomárselo del todo en serio, como de estar a otra cosa, y de hecho…

Radio 9: Bartual y els Monstres

Para terminar la primera parte de este repaso no podemos olvidar una mención a Radio 9, a la que ahora también le llega el final. En aquellos años de música máquina y bacalao las tardes de verano no habrían sido las mismas sin ese otro gordito calvo valenciano conocido como Bartual, que había alcanzado cierta fama gracias a sus actuaciones en el programa de García Tola en la TVE de los ochenta. Ya en los primeros noventa estuvo presentando en Radio 9 el "Bikini Club", donde junto con su compañero J.J. Coll pinchaba los éxitos del momento, remezclados con sus imitaciones sin demasiada gracia de monstruos clásicos, como Drácula, la momia, el Frankestein, “l’home llop”, etc.,  o sea, "Bartual y els Monstres" Emisión cutre donde las haya, pero que sin embargo cosechó un notable éxito en sus inicios, convirtiendo a Bartual en un personaje de los últimos años de la celebérrima “ruta del bakalao”, junto con ese otro monstruo llamado Chimo Bayo.

Los inicios de la telebasura en forma de programas de desaparecidos como “Quien sabe Dónde”, -que pronto derivaron en el puro sensacionalismo disfrazado de documento de actualidad, haciendo su primera cumbre con aquel infame programa de Nieves Herrero tras el hallazgo de los cadáveres de las niñas de Alcacer-, se cebaron con la ya de por si decadente movida valenciana, que poco después se convirtió en una de las primeras víctimas de los gobiernos del PP.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Balleneras, Capítulo 1



 
Balleneras


Por
 
German Núñez López



1


María, la esposa del Jorge el Arponero, lloraba desconsolada después de escuchar las palabras de su marido. Mientras, la hija pequeña de ambos, sentada sobre la paja amontonada en un rincón de la choza, miraba a su padre con los ojos como platos sin entender que pasaba. ¿Por qué su padre hacia llorar a su madre? Nunca antes habían discutido, ni cuando volvía del mar sin ningún pez, o las veces que subía borracho desde la aldea. Cualquier cosa que hubiera hecho debía ser terrible. Su hermana mayor, de pie a su lado, mantenía clavados unos ojos indignados en el hombre. Ella si entendía lo que pasaba, lo sabía todo. Su padre se había portado muy muy mal, no cabía duda. Entretanto Jorge seguía allí de pie, con los brazos caídos, y aire desconcertado y cansado. Vestía la típica ropa de pescador, camisa y calzones de tela de saco, un chaleco oscuro de piel pobre, una caperuza mugrienta dispuesta a modo de capucha, y unas botas mal cosidas, impermeabilizadas con grasa de ballena. Eran su bien más preciado después de su arpón, que yacía inerte en el suelo junto al saco, del que asomaba un único pez. La niña contempló las escamas brillantes, tornasoladas a la luz de la tenue fogata. Esta vez era bastante grande. ¿No deberían estar dando saltos de alegría?

Todo empezó poco antes de caer el sol, cuando Jorge el Arponero pescaba solo en su barca sin caer en la cuenta que ya estaba casi en alta mar. Agarraba el arpón con el puño cerrado y el brazo en alto, concentrado en el agua, esperando. Llevaba horas así, pero la bolsa seguía vacía a sus pies. Cerró los ojos tras confundir una ola espumosa con el lomo de un gran pescado, entonces se dio cuenta que las articulaciones le dolían de tanto cargar inútilmente con el arpón. Lo clavó en el agua a ciegas, esperando un golpe de suerte, sin éxito. Al alzar la vista descubrió que estaba a punto de perder de vista la costa. Tocaba volver, antes de que lo alcanzara la noche. Se sentó, puso las manos sobre los remos, pero se detuvo indeciso. El sol todavía no estaba demasiado bajo… Negó con la cabeza. No valía la pena engañarse. No había pesca. De pronto no supo qué hacer, si volver con las manos vacías, o… ¿Qué?

Entonces le dio por empezar a pensar sobre su situación en el mundo.

Tras cavilar un rato se dio cuenta de que había visto muy poco mundo.

La mayor aventura de su vida fue la vez que caminó hasta Kainechester con quince años, dispuesto a convertirse en hombre junto con los demás zagales de su edad. Con lo que no contaron fue que las putas de la ciudad no eran esas sucias mujeres que se acuestan con cualquiera, eran mujeres que se acostaban solo con quien las pudiera pagar y cubiertas con las ropas más limpias que habían visto en su vida. Se rieron de ellos, y de sus tres moneditas de vellón. Su mayor tesoro no era aceptado ni en los arrabales del puerto. Pero valió la pena, pues pudieron ver una ciudad de verdad, con sus altas murallas, sus empinados tejados de pizarra azulada, y su gran puerto, de muelles sólidos y barcos inmensos, algunos tan grandes como toda su aldea junta. Kainechester era uno de los mayores puertos del Imperio, y capital del ducado de Kaine. Sin embargo apenas estaba a seis días a pie de su mísera aldea sin nombre.

Recordaba la vista del palacio ducal desde la Colina del Saludo al atardecer, rodeado por las grúas de tambor del malecón, como si de una extraña guardia de honor se tratase. Aquel le pareció el momento más feliz de su vida. Luego regresó a la aldea, donde las caminatas más largas eran hasta el torreón del condado los días de mercado. Al año siguiente, tal como habían acordado sus familias, se casó con una mujer cuatro años más joven que él: María. Por suerte ambos se habían llevado bien desde niños, que remedio, y cuando María creció como una hermosa y saludable joven, Jorge perdió todo interés en volver a la ciudad.

Pero María le dijo que no lo iba a dejar yacer con ella mientras no tuviera su propia barca. Su padre había decidido por ella, pero ella había decidido eso, y no iba a cambiar de idea. Jorge no se amilanó. Desde siempre había sido bueno con el arpón, donde ponía el ojo aparecía un pez ensartado, podría ganar lo bastante para comprar una buena barca. Pero al morir su padre tan útil herramienta la heredó su hermano mayor Julián, el primogénito. Jorge necesitaba la suya en primer lugar. Así que a partir de la noche de bodas dedicó todos sus esfuerzos a conseguir monedas. Se pasaba el día lanzando la red en la pequeña ría del arroyo gris y cada semana se iba con la bolsa llena hasta el mercado, donde vendía la mayor parte de lo conseguido. Estuvo así varias temporadas, ahorrando hasta poder comprar su arpón. Una herramienta de excelente calidad, la hoja era de acero templado del Señorío, con la punta en forma de doble aleta de tiburón y el mango labrado en hueso de ballena. Pronto fue la envidia de toda la aldea y los alrededores, pero lo mejor fue que María recibió el regalo con una gran sonrisa... Olvidando al punto que lo que quería era una barca bautizada con su nombre. Cumplida su parte del trato, la primera hija de Jorge nació diez meses después.

Pero aquella felicidad duró poco, pues el mundo empezó a cambiar.

La vida en el Imperio se volvió cada vez era más complicada y corta… Sequias, malas cosechas, hambrunas, incendios, revueltas en el sur, guerras intestinas en el este, subidas de impuestos, continuos rumores de pestes, y un emperador idiota incapaz de plantar cara a sus acreedores elfos, enanos y hasta orcos. Las noticias que llegaban a la aldea no habían hecho más que empeorar temporada tras temporada, hasta contar ya doce o trece. Sin embargo en el norte, en el ducado de Kaine, todavía se podía decir que reinaba la calma. La vieja duquesa se las había arreglado para mantener en pie las finanzas de su casa y conseguir que su hijo, el actual duque, tuviese abiertas todas las puertas de Ventoburgo, empezando por las de la alcoba de la propia emperatriz. Gracias a lo cual la casa de Kaine se ahorraba sus aportaciones al tesoro imperial y había recibido el privilegio de acuñar su propia moneda. Aun así en Kainechester nunca antes los dineros habían valido tan poco.

Jorge apartó las manos de los remos y hurgó en su talego, en busca de la cena. En los viejos tiempos con un guerrero de vellón se podía comprar toda una barra de pan caliente y hasta algo de miel para acompañarla. Cuando la hija mayor de Jorge se convirtió en mujer, al cumplir doce años, ya no daba ni para medio mendrugo negruzco y mohoso. Jorge lo mordió, temiendo lastimarse un diente. Al menos él tenía un poco de pescado seco para acompañarlo. Recordaba muy bien cómo mientras ahorraba para su arpón por un pez pagaban hasta un guerrero de cobre, ahora podían darle tres fácilmente, pero valían la doceava parte o menos. Tras dos bocados Jorge guardó la triste comida, quedándose con hambre.

Las calamidades ya habían alcanzado el norte. En los campos del interior los niños morían de hambre y las aldeas se deshabitaban. Decían que junto al mar siempre había peces, pero a orillas de la bahía de la Raja hacía tiempo que eso ya no era así. Muchos pescadores acudían a las llamadas de recluta de las guerras sureñas cansados de regresar jornada tras jornada con las redes vacías. No había peces, era un hecho, y sobre los motivos Jorge había escuchado las más variopintas explicaciones. Unos decían que los enanos barbados del Labio Menor acaparaban todo el pescado, expulsando a los imperiales de los mejores caladeros a base de tridentazos en el culo; otros aseguraban que las brujas del Señorío estaban envenenando los ríos que desembocaban en la bahía al lavar su sangre lunar aguas arriba…; otros menos sutiles hablaban directamente de sortilegios y venganzas ancestrales.

Esas habladurías eran moneda común en el mercado e incluso en la misma aldea, traídas por algún estúpido romancero de paso, pero como pescador, Jorge tenía la verdad delante de sus narices. Antes que las sequias alcanzasen el norte, cuando los campesinos se dedicaban a cultivar la tierra en lugar de pretender ser pescadores, había peces de sobra. Los pobres ignorantes, desesperados por llevarse algo a la boca o tener algo para vender, habían esquilmado los caladeros costeros en menos de cinco temporadas. Para pescar algo había que alejarse cada vez más, alcanzando aguas demasiado bravas para las quebradizas barquitas aldeanas. Muchos pescadores, nuevos y viejos, se habían ahogado, y solo los más ricos podían aspirar a montar una vela, conseguir una chalupa señorial, o comprar un barco largo.

Jorge empezó a bogar con rabia. Ahora todos pasaban hambre, pero eso no era lo peor. Muchos viejos pescadores se caían de la barca sin saber cómo o se desvanecían en sus camas una noche, y a la mañana siguiente sus llorosos hijos y nietos se consolaban unos a otros diciendo que al menos ahora tenían una boca menos que alimentar. En la pequeña aldea salpicada sobre el acantilado ya habían desaparecido tres ancianos de esa manera.

La bahía se estrechaba a su alrededor, transformándose poco a poco en la ría rodeada de colinas donde desaguaba el arroyo gris. Una vez, en el mercado, vio un mapa. Mirando a babor, al este, invisible en la distancia, estaba Kainechester, cuyo camino principal pasaba junto al torreón del mercado. Por estribor, subiendo hacia el noroeste, crecía la península del Labio Mayor, tierra del Señorío... Jorge suspiró sombrío. A proa, empequeñecidas por las muchas leguas de distancia, ya se podían ver las cumbres nevadas del Espinazo. Conforme se acercaba fueron cubriendo casi todo el horizonte, desde el sureste al noroeste, doblándose para dar forma a la península. El ducado de Kaine estaba rodeado de Señorío por tres lados.

Natural que culpasen a esas mujeres de la hambruna.

El Gran Ducado del Señorío era el más grande y rico del Imperio, sus bosques daban las mejores maderas, sus montañas estaban preñadas de hierro, oro y plata, sus costas interiores dominaban la mitad de la bahía, las exteriores, por el oeste, daban al Océano Infinito. Nunca les faltaba pescado, ni focas, ni moluscos, ni ballenas, sus puertos tenían los mejores barcos para navegar por alta mar. La flota anual partía cada año desde Osablanca, la ciudad foral más rica del Imperio, y recorría los puertos élficos y el delta del Látigo, llegando muchas temporadas hasta el lejano Cipango, tierra de maravillas. Regresando con pieles de reptil, perlas negras, diamantes rojos, libros de mapas, pájaros de plumas imposibles, y las armas más extrañas. Todo eso se lo oía decir a cada romancero y buhonero que pasaba bajo el torreón los días de mercado. En el Señorío las monedas eran de verdad y valían lo que tenían que valer.

En cambio él, volvía a casa con una bolsa vacía.

Sentir rabia y odio era lo natural, desde el aldeano más pobre hasta la misma anciana duquesa despreciaban tamaña injusticia. Toda esa riqueza cuando el resto del Imperio se caía a pedazos solo podía tener un origen antinatural, oscuro, como el mismo Señorío. Antes o después habría otra guerra… Pero Jorge sabía que esa no era toda la verdad. Era mejor creer en sortilegios que en la verdad. En la aldea todos sabían que había sido de los viejos, pero nadie hablaba. Jorge temía que cualquier día alguno de aquellos zagales que lo acompañaron hasta Kainechester en su juventud le haría la proposición. Cuando eso sucediera no podría negarse a ayudar a tirar un pesado fardo por el acantilado, hubiera algo agitándose dentro o no. Después de todo eran pescadores que tenían que alimentar a sus familias, como él mismo. Jorge bogó con aun más furia, la idea lo aterraba. No había entrado en la ermita del culto desde el día de su boda, pero cualquier ley divina o humana lo condenaría por algo así. Nunca podría volver a mirar a María a la cara después, dejaría de ser un hombre. Sintió ganas de vomitar el pobre contenido de sus tripas, pero tragó fuerte para impedirlo.

Ya casi en la orilla soltó los remos, que cayeron dentro de la barca con un golpeteo fúnebre. Atardecía y dejó que las olas lo meciesen. El silencio a la hora que regresaban los maridos era sepulcral, sobre todo cuando las barcas llegaban vacías... Jorge empezó a llorar.

De pronto, a través del paño de lágrimas, vio como el Viejo del Muelle llegaba corriendo hasta la orilla, agitando los brazos como un poseso. Alzo sus pobladas cejas extrañado. Tragó fuerte, se enjugó los ojos con el dorso del antebrazo y cogió de nuevo los remos.

Mientras tiraba de la barca, dejando un surco sobre la grava de la playa, el anciano llego rápido a su lado. No dejaba de moverse atrás y adelante haciendo aspavientos arriba y abajo con los huesudos brazos desnudos, esforzándose por decir algo que no le salía. Jorge avanzó hacia él arpón al hombro. Después de observarlo un instante, detuvo los brazos colocando la punta del arpón sobre una de las muñecas del Viejo.

―¿Qué ocurre? ―Preguntó inquieto― Dímelo.

―La…, arf, hayjjj…, uf, veras, err…, not, nooo, not…

―¿Noticias? A ver, cálmate... ¿Quién se ha muerto esta vez?

El Viejo desorbitó los ojos, que parecieron irse a caer sobre sus canosas greñas. Después de lo cual llenó sus pulmones de aire tres veces, y al fin logro serenarse.

―Noticias, han llegado noticias del Señorío.

―¿El Señorío? ¿Guerra?

―No, trabajo... Están reclutando hombres para la campaña, con experiencia marinera, fuertes, buenos pescadores, que cumplan la ley y…

―¿Campaña? No has dicho que no hay guerra.

―La campaña de caza de ballena, las brujas la anuncian buena, necesitan hombres.

Jorge alzó las cejas hasta casi rozar su incipiente calva, y abrió la boca sorprendido.

―Ah, claro ―dijo al rato―, ¿pero no empieza pasado el verano?

―Sí, sí, pero ya sabes, la ley, la ley…

―Claro, muy bien, la ley. ¿Pero a nosotros que más nos da? Que se busquen la vida, ya tienen sus brujerías, ¿no es lo que dices siempre? ¿A mí que me…?

El Viejo hinchó los ojos enormemente, en un incrédulo bufido ocular.

Jorge notó la textura labrada del mango del arpón sobre la palma de su mano, el peso del arma, el frio metal junto a su oreja. Un instrumento único y codiciado, pues no solo el parricidio acechaba por las noches, también el robo. Solía dormir con el arpón bajo el jergón, y algunas noches lo mantenía atado a su muñeca con un cordel. El otro extremo quedaba anudado a la argolla que asomaba por el final del mango. También de acero, y que no estaba para decorar, sino para ser usada en la pesca mayor. De pronto se sintió estúpido.

En el momento que el último rayo de sol desaparecía en dirección a Kainechester, una luz dorada iluminó sus entendederas. Sonrió como hacía años que no hacía. El Viejo afirmó con la cabeza, agitándose adelante y atrás de nuevo, en un extraño baile. Jorge se volvió al noroeste, fijando la vista en el punto del horizonte donde suponía estaba el puerto de Osablanca.

Sabía que su decisión estaba tomada. Las doñas del Señorío vivían del comercio y nunca les faltaba el metal. Al contrario que los guerreros acuñados en Kainechester o Ventoburgo sus águilas eran de auténtica plata, y la plata de verdad nunca perdía su valor. Nada de pagarés pintarrajeados en un trozo de trapo o soldadas cobradas en monedas de latón: en el Señorío recibiría un sueldo con garantías. Era mucho más de lo que podría conseguir en el Imperio sin arriesgar la vida… o al menos no demasiado. Nunca había cazado ballenas, sabía que era peligroso, pero ya no iba a cambiar de idea. Aunque… Necesitaba saber más.

El Viejo del Muelle le dio un empellón en el brazo.

―Vamos, están todos reunidos, ellos te lo contaran todo mejor. Vamos, en el almacén…

Jorge siguió al anciano saltarín. Ellos… Era obvio que no iba a ser el único hombre de la aldea dispuesto a embarcarse en esa locura, porque a cada momento se daba cuenta que era un locura. Tragó saliva al pensar en María, no se lo iba a tomar nada bien, y no por temor a que se lo tragara una ballena... Si muchos hombres de la aldea partían, quizá ella insistiría en que se quedase. Con cada paso una nueva duda surgía. Sin embargo cuando se sentó sobre uno de los barriles de almacén se encontró una situación muy diferente a la esperada.

En ese momento su hermano mayor, Julián, llevaba la voz cantante, abriendo los brazos de par en par alrededor de su enorme cuerpo, notablemente adelgazado por el hambre.

―Ninguno de nosotros debe acudir a esa llamada ―sentenció―, esas mujeres mantienen los pasos cerrados según su ley. Nunca nos han ayudado, así que nosotros tampoco debemos ayudarlas. He dicho.

―Tiene razón, esas putas ya tienen su oro, que compren hombres en otro sitio.

Añadió su primo, al tiempo que derramaba un puñado de grandes peces sobre un banco de trabajo. Julián poseía el barco más grande de la aldea, y se notaba. Al oírlo, otro hombre, con los huesos del cráneo marcando su rostro y los dientes mellados, pegó un zapatazo contra el suelo, rojo de ira.

―¡Tú estás loco, Remos! Necesitamos oro más que nunca… ¡Oro! ―Se revolvió hacia el fondo de la estancia― Tú, el romancero, tú has visto el bando, lo has oído leer, decían que pagaban con oro. Lo necesitamos. Necesitamos dar de comer a nuestras mujeres y niños, no volveremos a tener otra oportunidad así. ¡Tú Julián! Deberías ir, y tú hermano Jorge también.

En ese momento Julián reparó en la presencia de su hermano. Lo saludó con un gesto y adivinó su decisión. Su cara reflejó autoritaria inquietud. Jorge se encogió de hombros.

Entretanto de la penumbra había surgido un desconocido. Llevaba el vistoso atuendo de un romancero itinerante, y era medio elfo, como atestiguaba la forma de sus orejas y nariz, y el incómodo azul platino de sus ojos. "El típico personaje que hay que mantener alejado de las mujeres" pensó divertido Jorge.

El romancero saludó alzando levemente su sombrero de ala ancha antes de hablar.

―Yo no escuché la palabra oro ―recordó con su voz de barítono―, solo que estaría bien pagado, según la costumbre, y de acuerdo a la ley del Señorío…, que debe ser respetada por ambas partes. La Hermana hizo bastante hincapié en eso.

Jorge alzó un poco una ceja, si la Hermandad estaba envuelta, la cosa iba en serio.

―Lo ves, idiota, nada de oro ―insistió Remos.

―Nos pagaran un jornal según las leyes del Señorío ¿Sabes lo que eso significa? Águilas al contado. ¡Quién es el idiota aquí! ¿Eh?

―Si piensas que te van a dar Águilas de plata solo por pescar, creo que tú.

―Hablamos de la pesca de la ballena, ¿cuántas ballenas has visto en tu vida?

―¡Y que importa eso! ―Estalló el tío de Julián, un tipo bronco, alto y de rostro enjuto, apenas cubierto con una barba rala―. Esas brujas solo se preocupan de las leyes cuando les interesa. ¿Por qué deberíamos respetarlas después de cómo nos tratan? ¡Esas mujeres primero corrompen el agua para matarnos de hambre, y ahora quieren hacernos sus esclavos!

―Sí, están sucias, son unas putas sucias y perversas, no pienso ir ni loco.

Dijo con voz atiplada un hombrecillo de ojos saltones, con la cabeza malamente rapada.

―Lo que pasa es que tienes miedo que te transformen en mujer, Pececito ―dijo el primo de Julián, con un deje de desprecio en la voz.

―¡No me llames Pececito, te lo he dicho…!

―Dejadlo ya ―atajó Julián, pero el hombrecillo ya solo se escuchaba a sí mismo.

―¡No soy Pececito! Esas mujeres están haciendo hembras a todos los peces de la bahía.

―¿Y cómo lo sabes, Pececito? ―se burló Remos, al tiempo que iba cortando las aletas de sus peces con un gran cuchillo de punta afilada.

―Lo sé, todo el mundo lo sabe, encantan el agua con sortilegios y hechizos.

―¿Y porque iban a hacer eso? ―Le preguntó Julián al aire, con gesto aburrido— Mi tío se equivoca. Ya tienen esclavos en el sur, en los valles del Espinazo y el Sacro, y además...

―¿Cómo que por qué? Esas brujas odian a los hombres y nuestras tierras están llenas de ellos.

―Pues entonces puedes estar tranquilo, Pececito ―dijo Remos con sonrisita cruel— Nunca has sido uno de ellos.

Hubo una nerviosa carcajada general, a la que se unió Jorge de buen grado. Nunca había creído semejantes patrañas, era difícil hacerlo cuando la mitad de los pocos peces que recogía eran machos. Pero los romanceros del interior seguían repitiendo las mismas sandeces ante cualquier crédulo que los quisiera escuchar. Tanto lo repetían y con tan buenas palabras que incluso los propios pescadores lo habían llegado a creer.

―No necesitan más esclavos, ya tienen sus golem ―les recordó Julián al fin, y un ominoso silencio llenó el lugar.

Una sombra de temor cruzó el semblante del hombre calavérico, que se apagó contrito, sentándose en el suelo. Todo el mundo sabía de los golem del Señorío, las calles de Osablanca hervían de ellos, había uno casi en cada puerta, y en Kainechester se los podía ver deambular sobre las cubiertas de las naves del Gran Ducado. Seres monstruosos creados de la materia inerte para trabajar como esclavos y bestias de carga. La mejor prueba de que en el Señorío debía haber brujas, sabias en alquimia o ciencias peores.

―A mí no me preocupa nada de todo eso.

Afirmó Jorge en alta voz atrayendo la atención general.

―Nunca he visto una bruja ―prosiguió―, y si las hay, ¿qué? Los caminos del Imperio están llenos de pequeños brujos, a ti Remos, te afilaron esa hoja en el mercado hace una luna.

Remos observó su cuchillo con un mal gesto y lo puso sobre el banco donde trabajaba.

―Si…, si pueden crear un golem, también pueden encantar el agua ―insistió Pececito con voz más segura.

―¿El agua? ―sonrió Jorge escéptico.

Avanzó hasta el banco, donde contempló los lustrosos pescados, de un tamaño que solo se podían encontrar mar adentro.

―Veo que hoy habéis tenido suerte.

Remos lo miró de reojo, mosca.

Sabiendo que había captado la atención general Jorge cogió el más grande de los peces y lo alzó, mostrándolo al auditorio.

El Viejo del Muelle había dejado de dar saltitos.

—Los ríos bajan de sus montañas —dijo muy serio, adivinando lo que se proponía hacer Jorge—. Esas tierras están malditas desde hace mil años, el Señorío no sería el Señorío si no fuera así. Es imposible que el agua que nace de ellas baje sana... ¿Sonríes? No creas en sortilegios si no quieres, pero yo creo en la verdad.

Jorge desplegó la aleta caudal que demostraba la masculinidad del pez delante de su nariz, pero el viejecillo ni se inmutó, mirándolo fijamente a los ojos.

—Jorge, siempre te dejas llevar por lo primero que ves, pero muchas verdades de la vida no las ves. Cuando eras pequeño en empeñaste en que el agua del mar se podía beber como la del arroyo y te pusiste enfermo, recuérdalo.

Jorge recorrió con el dedo el vientre abultado por las huevas de un pez hembra.

—Ay, Jorge, Jorge, siempre has sido un simple. Si un pez deja de engendrar ya es como si fuera una mujer, así los envenenan, ese es su sortilegio. ¡Esos huevos no están fecundados!

Jorge dejó caer el pesado animal sobre el banco de nuevo, con semblante serio. Tiro de él para llevárselo colgando y volvió a su lugar, aceptando la derrota. Debía callar, pues no podía bucear hasta el fondo del mar para comprobar si de cada huevo salía un pececillo.

Se apoyó en el barril con un bufido. Pero por más que dudase no iba a cambiar de idea. No quería pasar por la tesitura de tener que decidir entre saber demasiado de la súbita desaparición del Viejo del Muelle y la vida de sus hijas. Estaba harto de contar las costillas de su mujer cada vez que se acostaba con ella. Decidido. Viajaría al Señorío dispuesto a aceptar cualquier trabajo que la Hermandad ofreciese, aunque la paga fuera mala siempre sería mejor que nada. Había acudido a la reunión para averiguar cuántos hombres pensaban acompañarlo antes de regresar a su casa y decírselo a su mujer. No podía creer lo que oía.

Alzó la vista y vio como el romancero mestizo lo saludaba doblando ligeramente el ala de su sombrero, cosido y recosido de abalorios y botones de color, entre los que destacaba la cinta de cabello de alguna dama. Fuera del almacén las madres y esposas de todos trajinaban con las redes escuchando cada palabra. Ellas también tenían su propia colección de miedos y rumores sobre las mujeres del Señorío. "Decírselo a su mujer…" ¿Cómo se lo tomaría?

―¿Es que os da miedo entrar en una tierra donde solo viven mujeres? ―dijo de pronto.

―¿Qué dices? ¿Estás loco? ―exclamó su tío.

―No son simples mujeres, son brujas ―afirmó Pececito.

―No todas ―repuso Jorge―, en la Hermandad hay damas y guerreras, ricas mujeres y doñas en Osablanca, y también campesinas, y pescadoras como nosotros…

―No son como nosotros, son mujeres.

―¡Y brujas!

Jorge se encogió de hombros. Que pensaran lo que quisieran.

El medio elfo intervino de nuevo.

―Pues yo he viajado por el Señorío y sus caminos también están llenos de hombres.

―Mercenarios, y romanceros como tú ―dijo Julián―. Solo entran los hombres que invita la Gran Duquesa.

―Los que manda su ley.

Hubo risas burlonas.

―¿Su ley? Ja ―se burló Remos― Todo el mundo sabe para qué viajan tantos hombres al Señorío, tu romancero, lo cantas en todas tus canciones de amoríos.

―¿Amoríos? De folleteo y jodienda diría yo más bien ―dijo alguien.

―¿Cómo podría ser de otro modo? Sin burdeles a estas alturas el Señorío sería un jodido desierto ―sentenció el tío de Julián con una risotada, seguido por un coro de voces.

―No son ni doñas, ni señoras, todas putas, eso es lo que son.

―Rameras sin dueño ni señor. Como su tierra. Están fuera de la ley imperial.

―Nuestro señor duque debería poner orden.

―Nuestro señor duque es un putero como el calzonazos del emperador.

―Baila al son de su madre y de la puta de los elfos.

―¡Hablas de tu emperatriz! ―resonó una vocecita indignada.

―Huy, Pececito se ha enfadado.

―¡Te voy a…!

―¡Ya basta! Callaos todos. ¡Silencio! ¡Tú también Remos!

Todo el mundo obedeció a Julián, que se volvió hacia el barril.

―Jorge, hermano, jugar con peces está muy bien, pero que esas tierras están malditas es un hecho.

―Ninguna mujer nacida en el Señorío dará a luz un hombre del Señorío, ni las hijas de sus hijas hasta el fin de los días. Es la maldición ―dijo el Viejo del Muelle con voz solemne.

―Por eso ya no hay hombres en el Señorío, solo mujeres ―corroboró Julián.

―Y no nos necesitan, ya tienen sus golem ―reconoció Jorge con un suspiro―, lo sé.

―Sí, creados con brujería, nacidos de forma antinatural, sin padre, monstruos.

Jorge miró a Pececito, y sonrió apesadumbrado.

―Sabéis lo que pienso…

―¿Qué? ―Dijo Julián con los brazos cruzados sobre el pecho― Dínoslo, te escuchamos.

―Tenéis miedo, eso es todo.

―¿Y tú no...? ―Dijo Remos, recogiendo su cuchillo y señalando con él, Jorge lo miró con decisión en los ojos― ¿Entonces para qué quieres ir? ¿Para lo que van todos esos mercenarios sin ley, sucios buhoneros, romanceros sin oficio ni beneficio, puteros y vende-mantas, ¿Eso es lo que le vas a decir a tu mujer?

―¡Para dar de comer a mi familia, estúpido! ―Jorge perdió los estribos― ¿Y vosotros os llamáis hombres? Vais a poner en riesgo la vida de vuestras mujeres e hijas por escuchar cuentos y supercherías de romanceros ignorantes. ¡Esas mujeres se lavan el coño y mean en el arroyo igual que las vuestras! ¿Por eso les tenéis miedo? Deberíamos ir todos, y no estar aquí llorando y gimoteando como elfos maricas.

―Hey, a mí me pagan por cantar, no para ser insultado alegremente.

―Esto no va contigo, elfo ―gruñó el tío de Julián, dando un paso al frente.

―No, va con nosotros ―sentenció el propio Julián. Apartó a su tío a un lado y se dirigió a su hermano― ¿Nos estas llamando cobardes? Yo salgo a pescar cada día, yo me arriesgo…

―Hay guerras en el sur, pagan mal pero pagan ―lo cortó Jorge, clavando enérgico el arpón en la grava del suelo―, cada año la flota de Osablanca recluta marinos y pagan mejor. Ninguno de vosotros ha dado un paso fuera de la aldea, ni siquiera yo, hasta ahora… Pero ya no tengo dudas. No os estoy llamando cobardes, sois cobardes..., eso, o el hambre os ha enajenado.

―¿Nos llamas locos? ―exclamó el tío de Julián volviendo a la carga― ¿Por no acudir a la llamada de unas putas que nos están matando con sus brujerías, golem, sangres podridas, y demás espantos… Cuantos viejos tienen que morir para q…

―¡No me tires de la lengua! ―gritó Jorge, enrojeciendo de ira.

―¡Basta! ―rugió Julián alzando una mano señorial y miró a su hermano un largo momento.

―Muy bien ―dijo al fin―, si eso piensas yo ya no tengo nada más que decir.

―Yo tampoco.

Jorge arrancó su arpón del suelo de un manotazo y salió del almacén.

Sorteó las redes, ignorando los ojillos enterrados en arrugas de las abuelillas, que siguieron clavados en él mientras pasaba entre las chozas, de camino a la cuesta y a su casa. Dejo atrás la playa y subió entre las peñas. Ninguno de sus viejos amigos había asistido a la reunión. Quizá estaban aún en el mar, aunque lo más seguro es que no tuvieran ningún interés en la aventura. Los pescadores son supersticiosos, era lo que decía todo el mundo. No se detuvo al pasar junto a sus chozas, y pronto dejo de pensar en los hombres. ¿Qué le iba a decir a María? Era una hembra de armas tomar, siempre lo había sido. Podría estar de acuerdo en la parte de los dineros, pero… Decían que el Gran Ducado era el burdel más grande del mundo. Nunca la había puesto a prueba con algo así. "Ojala el hambre y la desesperación sean más fuertes", se repetía Jorge. Llevaba el pez de Remos en su bolsa, quizá eso la apaciguaría.

Llegó a lo alto del breve acantilado temiendo lo peor, y más al ver regresar por el sendero a sus dos chismosas vecinas, con los cantaros de agua vacíos sobre la cabeza. No le cabía duda de que ya la habrían informado convenientemente de lo que acababa de decidir delante del resto de hombres de la aldea. No podía volverse atrás. Seria duro, pero debía hacerlo.

Su choza tenía una humilde base de piedras apiladas, las paredes y el techo estaban hechos de ramas, cubiertas por una fina capa de yeso y grasa, para impermeabilizar. La puerta era de gruesos leños nudosos. Respiró hondo frente a ella, y la empujó con los dedos.

Al rato su mujer estaba llorando y se negaba a hablarle, y sus dos hijas lo miraban con ojos desconcertados a la par que acusadores. Jorge sabía que su expresión, allí parado, era la de un completo bobalicón. La esperaba, pero aquella era una situación incomprensible para él. Su señor padre le había enseñado a comportarse como un hombre. Yendo a cazar ballenas al Señorío hacia lo correcto. Los enanos barbados del gran norte capturaban ballenas con sus propias manos, y todos reconocían su bravura viril. Cazar era asunto de hombres, sin duda. Además lo hacía por el bien de su familia, para alimentar a sus mujeres. Pero sin embargo en aquella aldea nadie se comportaba normalmente. Los hombres se acobardaban, ocultándose tras chismorreos, y sus mujeres, en lugar de besarlo y animarlo, lo señalaban con el dedo.

María lo estaba haciendo en ese momento.

―Debes ir, debes ir… ―le dijo entre hipos y sollozos―, lo haces por las niñas, necesitamos comida y dineros, una barca más grande, debes ir… Te vas a ir.

―Entonces ¿por qué lloras…?

Preguntó Jorge abriendo los brazos, implorante.

―Nunca volverás, lo sé, lo sé.

―Pero, ¿por qué?

―¡Fatalidad! Esas furcias te embaucaran con sus malas artes, harán que te quedes, te harán trabajar, como hacen con sus golem… Te perderé, nunca volverás, nunca volverás…

En su regazo su mano izquierda luchaba con la derecha, retorciendo los dedos y la tela de la falda en un combate sin cuartel. Su dilema interior era toda una batalla campal, cuyo fragor crepitaba a su alrededor. Jorge temió que empezara a chillar en cualquier momento.

―Pero María, son mujeres normales. Mira, si hay brujas serán como los pequeños brujos de la torre, no hay nada que temer, no pueden ser más putas que las putas de Kainechester, y deje de pensar en ellas por ti. No tienes nada que temer, confía en mí, son mujeres como tu…

―¡No son como yo, no son mujeres normales! ―Como se temía María empezó a chillar y mesarse los cabellos, las niñas se encogieron asustadas, Jorge no sabía dónde meterse― Son brujas, antinaturales, una mujer de verdad vive con un hombre, y ellas viven, viven… ¡Ningún hombre vive en el Señorío! ¡Yacen unas con otras, son perversas, brujas, súcubos malignos, te embaucaran y no volverás!

Y rompió en desgarradores sollozos tapándose la cara con las manos.

―El Imperio se derrumba, las calamidades nos alcanzan, fatalidad, fatalidad.

―María, puedes confiar en mí, las cosas nos irán bien…

―No lo sé, no puedo, fatalidad.

―Por favor… Nunca te había visto así, ¿es que no confías en mí?

―¡No lo sé! ¡Son perversas! ―chilló María.

De pronto Jorge se enfureció. Iba a hacer lo correcto. Estaba harto.

―Pues sabes lo que te digo, que si no confías en mí, yo no puedo dormir en esta casa.

Dio media vuelta y salió de la choza.

―¿Dónde vas? ―preguntó María desconcertada.

―Me voy. Por lo visto a follar con señoriales brujas.

María lo vio desaparecer por la cuesta, pestañeando llorosa.

Se volvió hacia el fuego, y descubrió el arpón a sus pies, tirado en el suelo.

No pudo evitar esbozar una escueta sonrisa.

Respiró con cierto alivio y la angustia de hacia un instante pareció desvanecerse un tanto. Entonces descubrió a sus hijas asustadas y expectantes, acurrucadas sobre la paja del rincón.

―Niñas ―anunció―, vuestro padre se ha ido a dormir con su barca, necesita pensar…, y yo también…

―¿Pero va a volver?

―Mañana. No puede irse sin su herramienta. Pero luego me temo que va a pasar una muy larga temporada fuera…

―¿Muy larga?

―"Ni las hijas de sus hijas… hasta el fin de los días" ―recitó María, sentándose sobre la paja.

Entonces volvió a sonreír.

Aunque no sabía leer, desde donde estaba podía ver muy bien, grabadas a fuego sobre el mango del arpón, las letras que juntas formaban su nombre. M A R Í A.


Continuara


GNL, Nov 2013